˙soɯɐlɔǝɹ oʇdǝɔɐ ou ˙lɐɯ ǝʇsǝ ǝp uǝɔǝpɐd ǝnb sollǝnbɐ ɐ ɐɹǝuɐɯ ɐunƃlɐ ǝp ǝpnʎɐ sǝl oʇsǝ oɹǝdsǝ ǝnb ísɐ ˙ɐzǝqɐɔ ǝp ɹǝǝl ɐ ǝsɹǝuod ɐpnʎɐ uɐɹƃ ɐun sǝ ollǝnɔ ǝp ɹolop lǝ ɐɹɐd ǝnb uǝɔıp
29 de agosto de 2008
ollǝnɔ ǝp ɹolop lǝ ɐɹɐd
˙soɯɐlɔǝɹ oʇdǝɔɐ ou ˙lɐɯ ǝʇsǝ ǝp uǝɔǝpɐd ǝnb sollǝnbɐ ɐ ɐɹǝuɐɯ ɐunƃlɐ ǝp ǝpnʎɐ sǝl oʇsǝ oɹǝdsǝ ǝnb ísɐ ˙ɐzǝqɐɔ ǝp ɹǝǝl ɐ ǝsɹǝuod ɐpnʎɐ uɐɹƃ ɐun sǝ ollǝnɔ ǝp ɹolop lǝ ɐɹɐd ǝnb uǝɔıp
27 de agosto de 2008
CUENTO URBANO 1: DESCONFIANZA
Un día de estos, de esos sin mucho trámite, fui a un supermercado a buscar unos precios de un producto para un proyecto. Quise ser civilizado, por una vez en mi vida, y lo primero que hice al llegar fue dirigirme al gerente y pedir permiso para anotar los precios. Me salio con la historia de que no podía sin una autorización de “allá arriba”, pero que si quería podía entrar a ver los productos. Entre con la idea de sacar mi cel y tomar un video del pasillo, producto por producto, precio por precio. Al llegar me encuentro a una chava, quizás demasiado pequeña para estar en un pasillo como ese, que era la encargada de promocionar los productos de dicho pasillo. Estaba otra empleada del supermercado hablando con ella. Trate de esperar un poco, esperando alguna distracción, para poder tomar el video. Sin embargo algo extraño empezó a suceder: llegó un tipo con una carretilla a revisar algunos productos, al rato llegó otra empleada a platicar con las dos primeras y, lo más obvio, llegaron dos empleados a trapear el mismo pasillo. No me quitaron los ojos de encima. De más esta decir que no podía sacar mi cel y tomar los precios. Decidí irme. Al dirigirme a la salida, dos vigilantes caminaban hacia el pasillo donde yo me encontraba…
Juzguen ustedes.
Ah! El producto del cual yo necesitaba los precios era licor.
25 de agosto de 2008
AMNESIA POSTMORTEM (VI)
La oficina del jefe del Infierno resultó ser bastante agradable: el aire acondicionado mantenía la temperatura fresca. El lugar no era de piedra como el exterior, sino que parecía una de esas oficinas de las grandes corporaciones que hay en
Me quedé un rato parado, boquiabierto. Frente a mí se encontraba un escritorio, bastante amplio, con las cosas típicas de un escritorio. Además había algunas sillas. Detrás del escritorio estaba un sillón enorme, el cual estaba girado hacia la pared; noté que alguien estaba sentado en él. “Tome asiento por favor”, me dijo. Caminé hasta el escritorio y me senté tímidamente en una de las sillas. En ese instante el sillón comenzó a girar y sólo entonces pude distinguir a quien estaba sentado en él. Era un hombre muy pequeño, casi de un metro de estatura. Era regordete y de piel trigueña. Todo en él parecía muy delicado y pulcro: el pelo y la barba, sus manos muy bien arregladas y su traje blanco. Yo me quedé muy sorprendido pero curiosamente mi miedo no disminuyó ante aquella imagen, más bien fue todo lo contrario.
— Supongo que usted sabe quién soy yo, así que no necesito presentación — dijo, mirándome fijamente a los ojos y sin pestañear. Y agregó: además, usted sabe, el tiempo es oro. Para empezar permítame ofrecerle mis más sinceras disculpas, aparentemente hemos cometido un error muy grave con usted.
— ¿A qué se refiere?
— Permítame explicarle. Verá: todos los seres al nacer tienen sus días contados y están destinados a nacer y a morir en días ya establecidos desde el principio de los tiempos. Este es el “Equilibrio de
— Sigo sin entender de qué me esta hablan…
— A eso voy caballero, no coma ansias. Verá, su tiempo de vida era treinta y nueve años, cuatro meses, once días, tres horas y diecinueve minutos. Pero usted murió un cinco de marzo de 1982: diez años antes… ¡por alguna razón desconocida, lo trajimos a usted exactamente diez años antes!– dijo, sosteniendo enérgicamente una carpeta que tenía mi nombre escrito en ella.
Yo me quedé en silencio por un tiempo: de pronto todo me pareció un sueño.
15 de agosto de 2008
AMNESIA POSTMORTEM (V)
Después de eso perdí el conocimiento. Más tarde desperté, con la cabeza adolorida, en una celda, justo cuando la reja se abría. Salí y vi a muchos hombres y mujeres que se dirigían a una misma dirección. Me acerqué a una mujer para preguntarle que estaba pasando, pero cuando estaba a punto hacerlo, no sentí en mi interior aquel sentimiento, aquella necesidad de fraternidad, de amistad, y me alejé de ella. Así que sólo seguí a los demás. En el camino pude notar que, a pesar de la cantidad de personas, nadie hablaba con los otros. Desde entonces me sentí realmente solo, y supongo que todos sienten lo mismo, pero tampoco nadie tiene el deseo o la necesidad de hablar con los otros ni mucho menos de hacer amigos. También note que todos tenían una cicatriz en medio de los ojos. Aquel fue mi primer día de trabajo, llevando piedras de un lado a otro, soportando empujones, el calor que casi te quema y el olor, que si no fuera porque ya estaba muerto, me hubiera matado.
Así pase mucho tiempo; no sé cuánto pues ni siquiera sabía cuándo era de día o de noche. Sólo sentía el cansancio en mi cuerpo. Si trabajaba bien no había premios, simplemente no me golpean tanto. Pero si no hacía lo que ellos querían, me llevaban a
Pasé mucho tiempo caminando detrás del Thaurus hasta que llegamos frente a unas anchas escaleras, las cuales nos llevaron a una habitación de roca, donde el calor no era tan desesperante y hasta donde no llegaban los gritos y lamentos de los penitentes un poco más abajo.
En un extremo de la habitación había algunas sillas y frente a éstas, una secretaria en su escritorio. Era una mujer joven y delgada, su cabello negro y su piel blanca, sus ojos eran amables y de color miel. Parecía estar escribiendo una carta en una vieja máquina de escribir. Nos acercamos a ella y cuando estuvimos bastante cerca el Thaurus se detuvo y, dirigiéndose a la mujer, me señaló con un gruñido. Entonces ella le hizo una seña para que se retirara y tomó el teléfono; el Thaurus me quitó la cadena y se fue por donde habíamos entrado.
La mujer se quedó hablando por teléfono un largo rato en una lengua que yo desconocía. Después que colgó me dijo:
— Bienvenido, caballero. En estos momentos el jefe no puede atenderlo. Pero tome usted asiento y espérelo.
Me senté en una de las sillas y esperé largo rato examinando cada cosa en el escritorio frente a mí. Por un momento me quedé observando a la mujer, que seguía ocupada en la máquina de escribir. Me pareció tan llena de soledad. De pronto me recordó a alguien. Me sentí un poco emocionado y confundido, además de triste, pues por más que lo intente, no pude recordar…
No sé cuanto pasé allí esperando, pero de pronto la mujer me sacó de mis pensamientos.
— El señor Satán desea verlo ahora – dijo. Y me señalo una puerta de hierro a la cual yo no había prestado atención hasta el momento.
Yo me levanté de la silla, un poco nervioso, y camine hasta la puerta. El camino me pareció infinito y el tiempo eterno y cuando por fin llegué, me detuve, y miré a la mujer, quien amablemente me dijo, casi en un susurro: “Pase”.
8 de agosto de 2008
COMODIDADES ¿REALMENTE NECESARIAS?
Para llegar primero hay que manejar mas de 10 horas hasta Tela y al día siguiente salir hasta la Ceiba y ahi dirgirse al Puerto de Cabotaje, desde el cual salen los barcos hasta Roatán y Utila. Ambas son islas de la Bahía, Honduras. El viaje hasta la Ceiba dura alrededor de dos horas.
Ahora viene lo difícil, pues el primer barco hacia Utila sale, en teoría a las 9:30 de la mañana pero ese día salio a las 12:30!! Esperamos mas de 3 horas!! Y lo peor es que el barco en el que siempre se hacen los viajes tiene dos niveles: uno con aire acondicionado, asientos acolchonados, baño y una película; el segundo es al aire libre, sobre la cubierta del barco, con sombra. Sin embargo, en esta ocasión se realizó el viaje sobre una especie de lacha grande, con un toldo. Sólo para que tengan una idea el capitán manejaba el barco con el pie!!
Después de mas de una hora de viaje llegamos a Utila; ahi almorzamos y luego salimos en una pequeña lancha hacia un pequeño cayo.
El cayo es del tamaño de una colonia y prácticamente constaba de una sola calle de medio kilómetro de longitud, a los lados de la cual estaban las casas de los habitantes, algunas tiendas y restaurantes y diversos muelles pequeños. Dentro del cayo había un solo hotel. Sin embargo, las casas son mas o menos grandes y las cuales alquilan a los turistas equipadas medianamente: camas, cocina, baño y una sala. Las casas ademas cuentan con agua y electricidad. Fue en una de estas casas nos quedamos por un par de días.
Dos horas después de nuestra llegada a la casa, a eso de las 4 de la tarde, "se fue la luz", como decimos en El Salvador, y no regreso en toda la noche, ni a la mañana siguiente, sino hasta la 1:30 de la tarde!!
Pasamos la noche jugando Uno, un juego de cartas, y oyendo la radio por mi cel, porque eso si, había señal de radio, aunque solo se podían captar un par de estaciones. A la mañana siguiente
"se fue el agua". Había una bomba, pero como no había electricidad...
Pasamos buena parte del día caminando, leyendo o bañándonos. Tranquilos.
Por ejemplo, los niños juegan volley ball por las tardes, en la cancha de la escuela, muy graciosos, o bañandose en algún muelle.
Por la noche fuimos a cenar y al regresar... de nuevo se fue la luz! De nuevo las cartas!
No hace falta decir que regresamos frescos.
Las comodidades?
Bueno, la luz, como ya lo dije. Ambas noches nos toco a pura velita.
El agua, básico.
La radio, la teníamos, como ya lo dije, pero MUY limitada.
La TV!! En toda la isla solo ví 2 aparatos y siempre rodeados de gente, hasta pescadores acostumbrados a pasar días enteros en el mar, rudos, negros, llorando por la novela.
La compu + Internet. Normalmente acostumbro revisar mi correo varias veces al dia. Prácticamente pase 4 dias sin verlo!!
Y, repito, regresé fresco.
Les dejo algunas fotos.
Las primeras son fotos de la llegada al cabo. Hay otra de un paisaje. Hay dos de clases de buceo, que no recibi. La ultima es un vista general de otro cayo.
Saludos!