En nuestra vida de estudiantes, por muy malos que seamos, siempre nos encontramos con profesores que nos tienen fe. Y eso, en muchas ocasiones, tienen consecuencias determinantes en nuestras vidas. Para ilustrar mejor pueden ver este episodio de Los Años maravillosos. Estos maestros tienen una forma de ser, un carisma, algo que los caracteriza y, muy a su modo, tratan de ayudarnos.
Recuerdo a muchos profesores, tanto en el colegio como en la Universidad. Sin embargo, sin duda alguna, el más determinante en mi vida fue mi profesor de Física de bachillerato. Era un señor chapado a la antigua, con verdadera vocación para enseñar, paciente e interesado en sus alumnos, bromista y "medio novio". No tenia hijos por lo que, cuando se enojaba, nos trataba como tales.
Recuerdo que, justo al iniciar el bachillerato, me puso mi primer y único cero en un pequeño examen. No es que yo mereciera dicha calificación, el problema fue que mi calculadora estaba en radianes (o en grados). Me llamó y me dio la noticia. Quedé impactado. Quise explicarle lo sucedido pero no hubo razón. Quiso hablar con mis padres. Inventé algo. Se molestó.
Unos días después, para mostrar interés, me acerqué a consultar sobre un tema para el siguiente examen corto. Me dijo que al día siguiente no habrían clases debido a una reunión de profesores pero que "si de verdad quería aprender que llegara" y en cada receso él saldría a ayudarme con algún ejercicio. Fue una mañana muy bien aprovechada. En realidad yo podía hacer los ejercicios perfectamente, pero durante aquella mañana entendí el tema, lo que era algo muy distinto.
Con los años al tipo lo quitaron del colegio, asumo que por su edad. Se mantuvo activo en la docencia por algún tiempo hasta que un camión con frenos malos casi lo mata. Fui a visitarlo un par de veces, le llevé un disco de música de la que le gustaba. Antes de irme le recordé lo del cero: que él había sido el único profesor en ponerme esa nota. No me digás eso, me dijo, me vas a hacer llorar. Le dije que sino fuera por eso yo jamás habría puesto interés en la materia, lo que me llevo algún tiempo después a estudiar Ingeniería. Recuerdo que trato de disculparse pero le insistí en que estaba agradecido. Vi lágrimas rodar de sus ojos ciegos...
Por si se lo preguntan, en el siguiente examen corto me puso un 9.8: todo estaba perfecto, sin embargo fue bien estricto para calificarlo, me tenia fe.