Desde siempre me ha gustado el fútbol. Por desgracia, no nací con la 'habilidad'. Los primeros recuerdos que tengo son de allá por tercer grado cuando, a base de perseverancia, me convertí en portero. Con humildad debo decir que no era tan malo bajo los tres palos. De hecho, "los grandes" me seleccionaban para jugar con ellos en esos partiditos de recreo. Por desgracia me cambiaron de colegio: un lugar mas grande pero sin cultura futbolística a flor de piel. Esos años me las pase jugando como defensa, pero fue hasta octavo-noveno que me convertí en uno decente. Aunque lo mejor sucedió cuando nos dio por jugar durante los recreo en la modalidad de "torneíto": equipos pequeños jugando por eliminación al gol. Debido a lo reducido de los equipos nos tocaba jugar con, y en, todas las posiciones (#sinalbur). Fue ahí donde exploté como jugador de enganche, un habilitador.
Donde yo estudiaba habían torneos entre grados, una vez por año. Ganar un torneo de estos era una de las mayores alegrías que puedan imaginarse. Lo malo es que no eran muchos partidos, apenas unos 6, por ahí. Nunca había sido titular en esos torneos, siempre entraba de cambio y a estorbar. Pero, debido a la mejora de mi nivel, en mi primero año de bachillerato me convertí en una alternativa de confianza, aunque sin sobresalir. Gracias a ello, ya no sólo habilitaba, también marcaba bastantes goles, pero sólo en los torneítos de recreo. Esto no pasó desapercibido y me pusieron en una posición más libre al llegar a segundo año de bachillerato. Además, como compañero de ataque, colocaron a mi amigo René, con quien jugábamos de memoria. Esto permitió que aquel año se convirtiera en mi mejor año como futbolista, marcando dos goles.
Y es que jamás había logrado marcar uno.
Uno de ellos, el segundo, fue a base de desesperar al portero de llegada en llegada. El primero fue genial: perdíamos por un gol, iba la mitad del primer tiempo. En eso, me tiran una pelota que me llegó sobre la linea del fuera de juego. Una vez tuve la pelota en mis pies todo fue instinto. Me escape con un corrida como quien corre por su vida. Llego a la meta tirado por la derecha. Sigo corriendo, esperando ver el ángulo de tiro, ese espacio por donde pasaría la pelota, pues el portero me tapaba. En eso lo vi. Y el disparo cruzado. Y gol.
Fue un gol bonito que abrió la senda del triunfo, con un 6-1 final.
Aquel año no ganamos el torneo, para variar; sin embargo, fue bonito jugar con mis compañeros y amigos de esa forma.
¡Ah! Y aún puedo ver el momento justo en que el portero se mueve y logro divisar el espacio por donde la pelota rodaría hasta las redes.
1 leyeron y piden la palabra:
Juela viejo que yuca, pero bueno otros talentos los has de tener jajaja
hey te inivito a ver la nueva imagen de mi blog del alma:
Perífrasis del Alma
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