2 de febrero de 2008

AMNESIA POSTMORTEM (II)


En aquella ocasión, sin embargo, no abrieron la reja de mi celda como las demás, sino que, después de un rato, apareció un carcelero, un Thaurus, con una llave en la garra. Los Thaurus eran bestias enormes, con el cuerpo cubierto de un pelo negro bastante grueso. Sus brazos largos terminaban en tres afiladas garras. Sobre la cabeza tenían un par de pequeños bultos. Los rodeaba un repugnante olor, tan fuerte que casi sentía cómo se metía por mi nariz. Su andar era lento y torpe, sin embargo, su fuerza era descomunal. Oí decir que en vida habían sido humanos que habían vendido sus almas….

Aquel Thaurus, sin embargo, era un tanto diferente a los demás: aparte de la llave que llevaba en la garra, no tenia los bultos en la sien, sino mas bien un par de cuernos bastante desarrollados y en cada uno una especie de anillo. Nunca había visto un Thaurus así.

“¿Balzac?”, preguntó la enorme bestia, con una voz que casi parecía un gruñido. “Sí, soy yo”, respondí totalmente sorprendido y con dificultad, pues hacía tiempo que no hablaba con alguien. Entonces abrió la reja y me colocó una cadena en el cuello; luego, sin más, empezó a caminar con el otro extremo de la cadena entre sus garras, arrastrándome con él.

Una especie de miedo me invadio.... ¿Hacía donde me llevaba?