Y sí, ha llegado la hora. Todo lo que tiene un mal inicio esta destinado a un mal final. Porque nosotros guardamos en silencio lo que queríamos decir a gritos. Sabés que hubiera subido al cielo a bajarte cualquier estrella. Y si el cielo entero me hubieras pedido, en la palma de tu mano te lo hubiera puesto. Pero dejamos que las cosas pasaran, como quien deja correr un río entero por el mundo y, al final, no era nuestro tiempo (o nuestra vida) para estar juntos.
Y es que nos quedamos con tantas cosas por decirnos, tantas cosas que nos callamos... ¡con una sola hubiera bastado! Pero es tarde ya, nos hartamos el uno del otro. Seremos sólo amigos, aunque en el fondo no podemos vivir como tales. Será un teatro que armaremos en cada mirada, en cada palabra, en cada encuentro. Vayámonos a la mierda los dos. O bueno, mejor sólo yo, vos no tenés porqué irte.
Y es que las palabras que no se pronuncian no tienen eco, nadie se acuerda de ellas. Así como la gota que no cae no moja el suelo. No sucede así con los amores nunca ocurridos.
Y es que hoy, con el corazón frío la mente fría, hay cosas que debemos aceptar para no caer condenados a un ciclo de finales infelices. Y es que el error estuvo ahí: soy un hombre que quería comerse el mundo entero, pero vos, simplemente, querías ser el mundo para alguien. Y ahora él esta a tu lado. Bueno, lo estuvo todo el tiempo.