Dicen, y yo no creía del todo, que sólo se puede conocer realmente a una persona cuando se la ha llevado hasta el límite. Comienzo a creer que es cierto. Y es que resulta que en los últimos días fui llevado al límite. Dormí poco, me exigieron mucho, comí cuando podía, la computadora ya no era mi amiga...
El domingo, cuando ya sentía el peso de los días anteriores, estaba almorzando con mis amigos, aprovechando una de las pocas pausas que podíamos tomar, cuando de pronto me comencé a reír. Rápidamente la risa se volvió un ataque, me dominó. Tuve que pararme de la mesa pero no pude estar en pie. Me tire, prácticamente, en una hamaca hasta que poco a poco la risa se iba deteniendo... ¡al menos eso creí! Y es que la risa me atacó de nuevo. Lo hizo una y otra vez. Recuerdo que me preguntaron "¿Y de qué te reís?", a lo que yo respondí, secándome las lágrimas, con un entrecortado "No me acuerdo". Al final se detuvo después de varios minutos.
Me dijeron que probablemente fue producto del estrés de los últimos días. Yo creo que así fue realmente, porque después me sentía bien tranquilo, cosa que fue de gran ayuda para soportar las siguientes treinta y un horas, en las que sólo pude dormir 30 minutos...
¡Pero al fin terminé ciclo!