27 de junio de 2011

El robo que nunca pasó

Le pondré la pistola en la cabeza y despacito le diré: "si le contás a alguien me regreso reventarte". Luego saldré corriendo por la puerta trasera. Esquivaré a las personas a mi paso, no sin antes escuchar a mis espaldas el correr de un par de policías obesos. Cruzaré a la izquierda en la calle de los chinos. Jadeando llegaré al edificio de las lavanderas. Correré unas cuadras. Luego reduciré el ritmo, calma. No llamar la atención, eso. Despacio, hasta el callejón oscuro. Encontraré un rincón oscuro y a esperar. Silencio. La nada.
De pronto aparecerán los policías gordos. La gente señalará y ellos seguirán sus dedos. Calmaré mi respiración. Ellos no tendrán más dedos que seguir. Se detendrán. Pasarán cerca. Yo, silencio. Estarán a dos centímetros de mi. Yo, silencio. Se mirarán entre ellos. Yo, silencio. Decidirán irse, a buscar más dedos. Yo, calma.
Sólo entonces me dirigiré a tu casa.
Me verás a la cara y me darás una bofetada. Que piense en mi hijo, que piense en mi madre. Sí, diré, pensé en ellos. Me señalarás la televisión donde veré a la mujer a la que le colocaré la pistola en la cabeza, hablando como cotorra. Soplona. Darán por mi una pequeña recompensa. Dejaré algo de dinero y me iré a casa de mi madre. Pero, a mitad de la noche, llegarán los policías obesos, siguiendo siempre algún dedo... sí, el tuyo.

Guardo la pistola y decido no salir esta noche. Porque te conozco. Porque me conozco. Maldita.

2 leyeron y piden la palabra:

Calila dijo...

Me encantó.. recorrí cada una de los caminos que el dedo indicaba!
Saludos,

iba pasando dijo...

Maldita!