Quince segundos después de haberla conocido supe que ella sería la mujer de mi vida. Lo que yo no sabía era que a los diez minutos sería detenida por la policia y que pasaría los próximos cinco años en prisión, aparte de repetidas visitas en los próximos veinte, arrastrándome junto a ella dos de todos esos años... pero vamos por partes: aquella mañana de junio yo hacía fila frente a la embajada gringa en busca de un sueño. De pronto, una señorita se me acerca, se para mi lado y con voz quedita me pregunta la hora. Le respondí y, al hacerlo, pude ver sus ojos como un par de moneditas de chocolate. Ella, con la misma voz quedita, me dijo que me podía vender una visa, que no necesitaba estar haciendo fila, ni exámenes, ni tanto papeleo. Sólo me iba a costar dos mil colones. Sin más le dí todo el dinero que andaba con la promesa de entregarle el resto del dinero luego. Ella, boquiabierta, me pidió mi cédula amarillenta, me dijo que ya volvía y luego se perdió entre la multitud. Fue entonces cuando la agarraron. Le encontraron mucho más dinero del que yo le había dado, pero curiosamente el único documento que portaba, aparte del propio, era el mío, por lo que de inmediato me agarraron a mi también.
Fue hasta dos años después cuando, a falta de evidencia, me soltaron. Ella, con todos los dedos de la evidencia apuntándole, tuvo que pasar cinco años en la cárcel. En ese tiempo la visité cada semana y lo seguí haciendo en sus otras tres estadías para hacerle saber que quería casarme con ella.
Logré conseguir un trabajo, estabilizarme, tener cosas propias. Ella consiguió que no la mataran.
Justo un año antes de terminar su última condena, ella me pidió que no la visitara nunca más, que me buscara una buena mujer y que me casara. Solo le hice caso en lo primero.
Sin embargo, al día siguiente de salir libre me buscó y me dijo: "vengo a casarme con usted, sí aún esta dispuesto a hacerlo". Ese mismo domingo nos casamos.
Han pasado los años y ella ha aprendido a sonreír. Nunca hemos mencionado las circunstancias en que nos conocimos ni mucho menos la razón por la que ella se quedó con mi cédula aquel día frente a la embajada gringa.
Ella es feliz ahora, o al menos lo aparenta, porque ciertas noches puedo escucharla temblar mientras suda frío pidiéndome perdón con voz quedita.
6 leyeron y piden la palabra:
Awwww, qué dulce historia. :D Me gusta cómo se conocieron, la verdad, da para película. :)
Me encanta :).
Me gustaa!! y que tan real fue o solo es una historia?? Sea como sea, "buena entrada"!
:')
Qué impresionante su historia amigo. Ojalá la felicidad se les duplique.
Y por este post era tu confesión del twitter?
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