Se llamaba Juno y se dedicaba al oficio de payaso. Cada noche se encargaba de hacer reír a los visitantes del Circo pintándose la cara; sin embargo, bajo el maquillaje, moría un hombre enamorado. Y es que Juno estaba enamorado de la Domadora de leones del Circo, la encargada del acto principal de la noche. Ella era una mujer de pocas palabras, fría y enigmática: cuando estaba con los leones parecía que no necesitaba el látigo para hacerlos obedecer, sólo su mirada.
Cada noche, al terminar su acto, Juno se quitaba el maquillaje de la cara e iba a esconderse al fondo de la carpa desde donde podía ver a sus anchas a la Domadora, a quien, por su misma frialdad, nunca se había animado tan siquiera a saludar. Y así habían pasado los días, los meses y los años: una vida.
Un noche, luego del show, el dueño del circo los reunió a todos y les comunicó que ya no podía con las deudas y tendría que cerrar el negocio. Todos protestaron y renegaron al principio, sin embargo sabían muy bien que las cosas andaban mal desde hacía mucho tiempo.
Algunas horas después, mientras intentaba dormir, Juno vio una sombra acercarse a su tienda. La figura pertenecía definitivamente a la de una mujer, entonces, sin importarle la razonamiento alguno, pensó que era la Domadora.
1 leyeron y piden la palabra:
¡Me intriga saber cómo continua esta historia!
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