Soy la imaginación de alguien. Un día un hombre hizo algunos trazos de un rostro sobre una servilleta mientras almorzaba y eso se convirtió en mi cara. Otro día, una mujer embarazada, pensaba en como llamaría a su hijo, desechó algunos nombres y uno de ellos se convirtieron en el mío. Llegué al mundo sin llegar, existí de una forma inexistente.
Un niño de una caricatura jugaba al fútbol y eso convirtió en mi infancia. Crecí con pelotas que no rodaban pero con las que se podía marcar un gol desde cualquier lugar del planeta.
Años más tarde un joven salía a recorrer el mundo, pensando en diversos caminos, tomó uno y descartó el resto. Uno de ellos fue el mío, y con él forjé mi vida, cantando en silencio, tocando guitarras sin cuerdas para los corazones sordos sin latidos.
Hombres frustrados tiraron al olvido una vida de sueños… sueños que hice míos, que construí en el aire, de la nada: construí una casa sin paredes y la habité sin estar nunca en ella. De esa forma dejé los caminos y guardé mi guitarra.
Sin embargo, descubrí que las personas poco a poco habían dejado de usar su imaginación y mi existencia corría peligro. Sentía que cada día me desvanecía o desparecía incluso por pequeños periodos de tiempo. Sentí que esos sueños de nadie que tenía guardados bajo la almohada se iban esfumando poco a poco. El aire se volvió grueso, algo casi sólido…
Fue entonces que decidí buscar de nuevo mi guitarra sin cuerdas y recordar aquellas canciones mudas. De nuevo canté por los caminos, haciendo latir los corazones ausentes de los pechos. Pero yo estaba condenado a la muerte… sin siquiera haber existido: nadie quería ya imaginar, correr el riesgo, soñar.
Regresé a mi casa ausente, como un condenado a muerte. Pasé horas de desvelo, sufriendo mis últimas horas alegres. Me sumergí, en un estado de depresión. De haber tenido un corazón real, éste se habría detenido en cualquier momento. Fue entonces que sucedió, que alguien en algún lugar pensó en un ser alimentando la imaginación del Mundo y de inmediato descartó la idea, para que yo pudiera hacerla mía. Imaginé entonces un hombre que recorrería los caminos escuchando a quienes, con una guitarra sin cuerdas en mano, cantarían en silencio para corazones sordos sin latidos, alimentando de esa forma su propia imaginación, para que yo pudiera seguir existiendo sin existir…
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