Confieso que los besos que te doy no son de mi autoría única y exclusiva. Tampoco lo son mis miradas, ni mis abrazos, ni las canciones que te dedico. No, comparto el crédito (en especial de mis besos) con la lluvia que cae suave y nostálgica, con la luna coqueta en el cielo y los atardeceres anaranjados y puntuales.
Pero, además, están los poetas. ¿Qué haría yo sin Neruda, sin Benedetti o sin Espino? ¿Cómo no pensar en tenerte entre mis brazos en una noche estrellada? O, decíme, ¿existe otra forma de definir la alegría que no sea pensando en tu sonrisa? Y no olvidemos los sueños nuevos, cuando se ha pasado tanto tiempo sin soñar, a la espera de un lucero.
Por eso, detrás de cada beso está
el recuerdo de un poeta que amó, las gotas de lluvia incontables que rebelan un "te quiero" cada una al caer, una luna clavada alta entre millones de estrellas y un río travieso corriendo entre piedras.
una canción que transporta al cielo, nubes caprichosas y coquetas, y sueños tangibles y vos en cada uno de ellos, como un elemento común, la inspiración misma.
la belleza toda del mundo y, como no puede ser de otra forma, el amor.
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